Mujeres en la Iglesia Antigua - 1 "La Santa Espíritu Sopla en las Disidencias"

 * Sobre textos del Prof. Dr. Hugo Córdova Quero y la Prof. Diana Rocco Tedesco 

 La Santa Espíritu sopla en las disidencias


A menudo notamos que la presencia de Dios se manifiesta con fuerza en las realidades y posiciones que nos confrontan y nos obligan a abandonar comodidades y una tranquilidad que adormece la fe en nuestras comunidades. Hoy escuchamos, algunos con interés renovador y esperanza, otres con desconfianza y temor los reclamos de inclusión e igualdad en el ministerio, de las mujeres y las diversidades en la Iglesia Cristiana.

Las mujeres han sido históricamente sujetas a dominación masculina en la Iglesia, silenciadas y excluidas de diversos espacios. Aun hoy, en algunas iglesias como la Católica Romana son excluidas del sacerdocio, sin embargo, una lectura lúcida de la historia y de los textos sagrados nos muestra la amplia participación de mujeres en lugares destacados y muy valorados de dirigencia y liderazgo espiritual. Negar esto, es negar sus contribuciones, volver a excluirlas y brindar al enemigo el trofeo del silencio y la revictimización.

El estudio de las primeras comunidades cristianas permite comprender que en ellas la participación de las mujeres solía ser considerable y mayoritaria, desarrollando roles de liderazgo, especialmente antes de que el cristianismo se aliara con el Imperio, oficializándose. La Espíritu que ha soplado en sus comunidades y ministerios, sigue hoy guiándonos a la verdad al revelarnos la consagración y obra de las mujeres, aún contra el ocultamiento y la marginación.

Según historiadores y teólogos contemporáneos, dos vertientes del cristianismo primitivo destacan por esta concepción en la Iglesia antigua: en ellas, las mujeres tenían roles iguales que los hombres, a pesar de la mentalidad patriarcal presente en estas sociedades. Se trata del marcionismo, establecido por Marción de Sinope (85-160) y el montanismo, fundado por un teólogo que probablemente vivió en la segunda mitad del siglo II, conocido como Montano.

La teóloga feminista Ivone Gebara, advierte, que al observar estos movimientos es necesario comprender que muchos de ellos están en desacuerdo con las creencias que desarrolló el catolicismo y el cristianismo protestante clásico. En un artículo del año 2017, titulado “El Sacerdocio femenino: la Santa Sede ante los desafíos contemporáneos, la doctora Ana Cándida Viera Henriques, de la Universidad Federal de Paraíba, Brasil, afirma que el marcionismo "colocó a las mujeres en igualdad con los hombres, nombrándolas diáconos, sacerdotes e incluso obispos" Vieira Henriques añade que esta prerrogativa se debía a la característica "paulinista radical"

Efectivamente, en Pablo podemos ver a las mujeres no sólo como matronas ricas que financiaron el movimiento, sino como líderes y misioneras prominentes. Las mujeres jugaron un papel decisivo en la extensión del movimiento cristiano y muchas se hicieron cargo de las comunidades fundadas e inspiradas por Pablo. Las mujeres tenían un rol de igualdad, reconocido por investigadores, también en el orden de importancia que se advierte en las salutaciones y prefacios de sus Cartas, en las recomendaciones, en aquellas en las que las encomienda a una comunidad.

Estas circunstancias se inscriben en la disidencia entre el cristianismo judaizante y el nuevo paradigma que representaba Pablo, el primero insistía en la práctica de la circuncisión, la observancia del sábado. Las mujeres rara vez podían trascender los roles de producción y reproducción, a las cuales quedaban confinadas. Pablo, en cambio, supo abrir el ministerio a mujeres y a otras diversidades, como los eunucos que comprendían un amplio abanico de identidades que hoy llamaríamos LGBTIQ+ y soldados romanos, que valoraban culturalmente las prácticas homosexuales. Así leemos en Gálatas 3:28 una declaración paulina que aun hoy, resulta revolucionaria: 28 Ya no hay judío ni griego; no hay esclavo ni libre; no hay varón ni mujer, sino que todos ustedes son uno en Cristo Jesús.” (Versión Reina-Valera Contemporánea)

En Pablo podemos ver a las mujeres no sólo como matronas ricas que financiaron el movimiento, sino como líderes y misioneras prominentes. Las mujeres jugaron un papel decisivo en la extensión del movimiento cristiano y muchas se hicieron cargo de las comunidades que surgieron con la visita y predicación de Pablo. La mención de Febe, Priscila y Junia en Romanos 16:1-2, 3-4, 7 brinda importante información sobre la naturaleza diversa y el ministerio de las mujeres.

Para Marción, Pablo era el único entre los grandes líderes del cristianismo que había comprendido la radicalidad del contenido más fundamental del mensaje de Jesús. Este punto es muy importante porque arroja luz sobre cómo entienden la participación femenina los seguidores de esta corriente.

Marción hijo de un obispo de la ciudad de Sinope, situada en lo que hoy es Turquía, se sumergió en los estudios de los aun incipientes textos cristianos y empezó a pensar que la forma en que se estaba desarrollando la religión no era compatible con las enseñanzas de Jesús. Se radicó en Roma entre los años 142 y 143 y desarrolló su sistema teológico que empezó a atraer adeptos.

Entre sus puntos principales estaba una ruptura total con el judaísmo, fue el primero en organizar un canon de textos cristianos que excluían todo aquello que le parecía, estaba contaminado por el judaísmo. Incluyó solamente una versión editada, con partes Evangelio de Lucas y 10 cartas paulinas de las 14 actualmente canónicas, aunque hoy suponemos con cierta certeza que sólo ocho fueron escritas por él y las otras pueden ser consideradas deuterodopaulinas, según los especialistas y estudiosos, debido a características de estilo y vocabulario, temas y énfasis teológicos distintos, dados por la posible autoría de discípulos de Pablo. Esto aclara también numerosas contradicciones, incluidas las referidas a la relación de Pablo con el ministerio de las mujeres.

Así, los seguidores del marcionismo trataban a hombres y mujeres por igual, sin distinción. Era una época en la que se intentaba dialogar con el imperio romano, con movimientos seguidores de Jesús sin Jesús, en que las jerarquías y falocracias eran las normas, los ideales de Marción habían de aparecer, al menos como un estorbo para estas finalidades.

El montanismo era un movimiento que recibió este nombre de su fundador, Montano, un sacerdote pagano que luego de su conversión en el año 155 de la EC, comenzó a profetizar, afirmando estar lleno del Espíritu.  Hacia el año 156, después de recibir el bautismo y siempre asistido por dos profetisas, de las cuales hablaremos en la siguiente entrada, llamadas Maximila y Priscila, comienza a anunciar el inicio de una nueva era en la Iglesia, a la que llama “Era del Espíritu”.

 

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