Sobre el arcoíris de las LGBTIQ+fobias religiosas

Días atrás, leía en un espacio inclusivo en las redes, una(s) crítica(s) que seguramente debían estar dirigidas a la celebración de las Iglesias de la Comunidad Metropolitana en Argentina, cuya grabación se ha compartido allí.  Básicamente se mencionaba como una incongruencia la presencia, en nuestro espacio litúrgico, de la bandera del arcoíris, tan asociada a la militancia LGBTIQ+, incluso alguien, siguiendo el debate, lo presentó como un robo (textual) otres, más literales, asociaban el arcoíris con la promesa divina, luego del diluvio, de no volver a acabar con la población humana por medio del agua. Y contaban los colores de uno y otro símbolo, comparando. Los más, afirmaban que lo religioso debía quedar fuera del activismo, militancia, identificación, o lo que sea con lo LGBTIQ+.

Todo esto en un grupo que presenta la incidencia de cristianos inclusivos… y en referencia a un servicio en una comunidad de fe radicalmente inclusiva.  No se entendería muy bien, si uno no tuviera experiencia en estas descargas de LGBTIQ+fobias internalizadas y asumidas, muchas veces, hasta como una posición progresista. Más allá de las opiniones que cada une tenga sobre el asunto, la paradoja de la ubicación, no deja de sorprender. En nuestros espacios inclusivos esa costumbre de ir a la iglesia inclusiva a decir que está mal (y no solo a las iglesias…) y agregar una larga lista de “está mal” que se entrecruzan y contradicen, sería envidiada por monseñores conservadores y frígidos para sustentar su repelencia al tema.

Está mal identificarse como LGBTIQ+ en una iglesia, ya que la fe no tiene que condicionarse por la orientación y el género, está mal que se incluyan los símbolos de nuestra liberación en un servicio inclusivo, está mal involucrar a Dios en nuestros procesos políticos, ni hablar de meter a Jesús en el boliche o pedirle que nos acompañe de juerga, está mal buscar compañía, estamos llamades a “no ser del mundo” y vivir como santites embotellades… Está mal también eso: Hay que romper con los mandatos religiosos y salir al mundo. Parece que un narcisismo forjado a fuerza del miedo y el encierro nos impide reconocernos completamente humanes, falibles, necesitades de símbolos propios, de la presencia divina en nuestros espacios de vida, de invocar a Jesús en nuestras necesidades más íntimas y en nuestras luchas. ¿Qué dirían los profetas…? Imagino a Jeremías hoy, a Isaías hoy, me resuenan sus voces en nuestras luchas. A Oseas clamando por justica a nuestres asesinades por crímenes de odio y desaparecides, respondiendo a las palabras del poder político y religioso.

Como si, además, la cisheterosexualidad obligatoria no impregnase, a la fuerza, la simbología del culto cristiano, aún en los más despojados, hoy en día, en todas las iglesias. Nosotres ponemos en el altar mayor la bandera del arcoíris porque estamos orgullosos y orgullosas de ser una congragación inclusiva, radicalmente inclusiva, y estamos segures que Dios nos acompañó hasta aquí y que esa es Su voluntad para nuestra comunidad.

Y con todo lo que nos cuesta. Con todos los esfuerzos de formación, dedicación y servicio voluntario que nos insume, con toda la resistencia que le oponemos a la homonormativización, que es la zanahoria tras la cual el burro/a LGBTIQ+ corre en las iglesias tradicionales esperando ser aceptade, con perdón de la comparación, y espero que nadie se ofenda: el burro es un dulce e ingenuo animalito de Dios que solo busca amor y bienestar, pero es fácilmente explotado y abandonado a su suerte cuando ya no sirve más. Ni hablar, cuando decide expresarse y rebuzna fuerte…

Como si la bandera del arcoíris fuera solo un símbolo político y no uno comunitario, que expresa la unidad en la diversidad, que define a una población segmentada por el prejuicio y la discriminación, como nosotres, cristianes LGBTIQ+, en las iglesias tradicionales. Como si esos mismos argumentos de “cuestiones privadas” y espacios públicos no legitimaran las violencias políticas e institucionales.

Ahora soportaré la perorata de quienes nunca se sintieron discriminades allí, ni violentades, ni se sintieron menos… ni sintieron nada de esto, pero sí sintieron miedo y rechazo cuando vieron la bandera del arcoíris en nuestro altar. Sentir parece expresar puntos de vista individualísimos y personalísimos en los cuales yo no puedo opinar, pero estos no sostienen la opinión sobre las opciones de otres, ni alcanzan para definir como apropiaciones simbólicas interesadas, las opciones de una comunidad de fe.

Espero que estas palabras sean interpretadas en su sentido estrictamente cuestionador de opiniones a la violeta, y en su afán liberador. A veces no nos cansamos de esperar ese milagro del entendimiento, del contexto y de la ubicación misma, que en este caso tiene que ver directamente con auto aceptarse, porque la aceptación de Dios está allí, siempre, a nuestra disposición y eso hay que hacerlo saber en un mundo que lo niega. Ser y amar. “Ama y haz lo que quieras” decía Agustín.

Norberto D’Amico,

Orgulloso pastor de las Iglesias de la Comunidad Metropolitana en Argentina

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