Mujeres en la Iglesia Antigua 5 (Último) "La Santa Espíritu Sopla en la Memoria y el Reconocimiento"

  * Sobre textos del Prof. Dr. Hugo Córdova Quero y la Prof. Diana Rocco Tedesco

La Santa Espíritu sopla en la memoria y el reconocimiento

Ícono de Santa Marcela de Roma
 

Hacia el siglo IV las cosas habían cambiado mucho en la Iglesia, la alianza con el Imperio se había consolidado, el partido Niceno se había impuesto triunfal sobre las diversas concepciones de la fe cristiana.

Tras la muerte de Diocleciano que emprendió una de las más sangrientas persecuciones. Luego de la Libertad de Culto proclamada en del Edicto de Milan, en el año 313 E.C. firmado por los emperadores Constantino y Licinio, se puso fin definitivamente a las persecuciones de los cristianos, sin embargo algunos historiadores afirman que la tolerancia ya había sido establecida hacía unos años, por el edicto de Galerio, o Edicto de Tolerancia de Serdica, promulgado en Nicomedia el 30 de abril de 311 y que el Edicto de Milán firmado por Constantino, era, en realidad, un mandato de cumplir con la tolerancia establecida anteriormente. Joseph Bryant (1993 «La dinámica secta-iglesia y la expansión cristiana en el Imperio romano: Persecution, Penitential Discipline, and Schism in Sociological Perspective» The British Journal of Sociology) afirma que, en la época de Constantino, el cristianismo ya había pasado de ser en el siglo I una "secta cristiana marginal, perseguida y popularmente despreciada" a convertirse en la iglesia plenamente institucionalizada "capaz de abarcar todo el imperio romano" que adoptó Constantino.

En este contexto, la hegemonía de varones en el control de la fe estaba consolidada. La vida de las mujeres en la iglesia había cambiado notablemente. Les estaba permitido leer y estudiar las Escrituras, aunque no en el espacio público y restringido al material permitido por las autoridades eclesiásticas. Las mujeres hallaron estrategias o maneras de continuar contribuyendo al desarrollo teológico y espiritual, aunque con menor visibilidad y poco reconocimiento.

Algunas de sus importantes contribuciones nos las ha revelado la correspondencia entre mujeres consagradas con acceso a la educación y figuras prominentes de la época como Jerónimo, Agustín, Ambrosio o Crisóstomo, bajo cuya tutela han podido desarrollar ideas y contribuciones notables, como en el caso de Marcela, Paula, Melanias, Eustoquia y Olimpia, la ausencia de sus cartas nos demuestra que las obras de las mujeres han sido intencionalmente eliminadas, pero sus huellas persisten en las respuestas de ellos y su incidencia en las obras de mayor trascendencia de aquellos, puede reconstruirse. La correspondencia de Hypatía con el Obispo Sinesio de Cirene, demuestran el grado de influencia que tenían, aunque también se han perdido, pero se conservan las respuestas de Sinesio.

Esta ausencia de los escritos de las mujeres de la época demuestra un patrón de eliminación sistemática y silenciamiento de toda obra de su autoría. Un ejemplo es el que nos proporcionan Santa Marcela de Roma (325-410) y Santa Paula (347-404) fueron las mayores influencias y se supone estimulo en la obra de Jerónimo, tanto en los comentarios bíblicos como en la traducción de la Biblia al latín, conocida como la Vulgata. Hoy es ampliamente reconocido que, sin la influencia de Paula, Jerónimo no hubiera finalizado su famosa traducción, aunque nunca fuera(n) reconocidas en sus contribuciones.

Estas mujeres que habían fundado comunidades en Roma y Jerusalén, eran estudiosas de las Escrituras y fervientes defensoras del ascetismo, que demostraron un gran desarrollo intelectual y espiritual. Como afirma el Dr. Hugo Córdova Quero, “para el siglo VI E.C., la consolidación del poder masculino dejó a las mujeres en posiciones subalternas y controladas. Esta marginalización duró siglos y solo recientemente se ha comenzado a recuperar y visibilizar el legado ministerial femenino en el cristianismo”

La Santa Espíritu sigue soplando en la memoria y el reconocimiento de sus obras.

 

 

Mujeres en la Iglesia Antigua 4 - "La Santa Espíritu Sopla en las Luchas y Convicciones de las Mujeres"

 * Sobre textos del Prof. Dr. Hugo Córdova Quero y la Prof. Diana Rocco Tedesco

La Santa Espíritu sopla en las luchas y convicciones de las mujeres.

 

Santas Perpetua y Felicitas

Los ministerios de la Iglesia Antigua reconocían Misioneros, Apóstoles, Ancianos, Profetas, Pastores, Presbíteros, Diáconos, Obispos, Evangelistas, según las diferentes funciones, carismas y servicios que cumplían en la Comunidad.

Utilizo el masculino en la descripción de las funciones, porque el género en el que se describían los ministerios, cuando le lenguaje lo permitía, también reforzaba la idea de que, en el caso de mujeres, no se expresaba la relación o un vínculo conyugal o familiar con un varón importante y si este vínculo familiar existía, se la nombraba especialmente con el propósito de hacer extensiva la misión a toda “una casa”, es decir, servían a la/las comunidades cristianas como equipo o identidad familiar. (Hanks 2012) Es importante tener en cuenta todos estos datos y detalles dado que las Iglesias se reunían en casas de familia, en las que el vínculo familiar y los roles en la comunidad podían ser fácilmente confundidos.

En todos estos ministerios se advierte la presencia de mujeres. La impronta, ya sea simbólica o histórica de las mismas las hallamos en las Escrituras y en otros documentos antiguos de diversas maneras, especialmente en el Evangelio de Lucas - Hechos de reconocida influencia paulina y en las Epístolas del Apóstol: No es casual, según lo que hemos expresado en la primera entrada.

En los textos se las nombra: (Córdova Quero 2024)

Elizabet, Madre de Juan el Bautista (Lucas 1.5-80).

María, Madre de Jesús (Lucas 1.26-56, 2.1-52).

Ana, Profetisa que habla sobre Jesús en el templo (Lucas 2.36-38).

Marta, Hermana de María y Lázaro (Lucas 10.38-42).

María, Hermana de Marta y Lázaro (Lucas 10.38-42).

María Magdalena, Mujer de la que Jesús expulsó siete demonios (Lucas 8.2; Lucas 24.10).

Juana, Esposa de Cusa, administrador de Herodes (Lucas 8.3; Lucas 24.10).

Susana, Mujer que apoyaba el ministerio de Jesús (Lucas 8.3).

Mujeres que lloraban por Jesús en el camino al Calvario (Lucas 23.27-31)

María, la madre de Juan Marcos Su casa es un lugar de reunión para los discípulos (Hechos 12.12).

Tabita, (Dorcas) Mujer discípula en Jope, conocida por sus buenas obras y caridad (Hechos 9.36-42).

Lidia, Comerciante de púrpura en Filipos que acoge a Pablo y sus compañeros (Hechos 16.14-15).

Damaris, Mujer ateniense que se convierte al cristianismo (Hechos 17.34).

Priscila, Colaboradora de Pablo junto a su esposo Aquila (Hechos 18.2-3,18, 26).

Felice, Esposa de Félix que escucha a Pablo (Hechos 24.24).

Hijas de Felipe, Cuatro hijas vírgenes que profetizaban (Hechos 21.8-9).

Febe, Diaconisa de la iglesia en Cencreas (Romanos 16.1-2).

Priscila, (o Prisca) Colaboradora en la obra del evangelio junto a su esposo Aquila (Romanos 16.3; 2 Timoteo 4.19).

María, Trabajadora en la iglesia de Roma (Romanos 16.6).

Junia, Destacada entre los apóstoles junto a Andrónico (Romanos 16.7).

Trifena y Trifosa, Mujeres que trabajan en el Señor (Riomanos 16.12).

Pérsida, Mujer que ha trabajado mucho en el Señor (Romanos 16.12).

Rufus y su madre La madre de Rufus es mencionada como alguien que ha sido madre también para Pablo (Romanos 16.13).

Julia, Saludada en la iglesia de Roma (Romanos 16.15).

Hermana de Nereo, Saludada en la iglesia de Roma (Romanos 16.15).

Evodia y Síntique, Mujeres que trabajaron con Pablo en la obra del evangelio (Filipenses 4.2-3).

Lidia Comerciante de púrpura en Filipos que acoge a Pablo y sus compañeros (Hechos 16.14-15).

Loida, Abuela de Timoteo (2 Timoteo 1.5).

Eunice, Madre de Timoteo (2 Timoteo 1.5).

Una presencia abrumadora de mujeres para quienes declaran su inexistencia o niegan el acceso a algunos de los ministerios en la actualidad, o las consideran emergentes de “nuevas realidades” sociales o ideológicas.

Febe es nombrada en Romanos 16, como “una hermana” expresando un reconocimiento de igualdad en el ministerio por parte de Pablo y con un importante rol en la Iglesias de Cencreas, ciudad portuaria de Corinto, probablemente a cargo de la comunidad. Pablo la encomienda a las comunidades de Roma y pide sea recibida con toda dignidad expresando su confianza, ya que ella ha sido sostén de numerosas personas, incluido él mismo. Ella es la portadora de la Epístola paulina. Quienes entregaban una carta no solo la hacían llegar a destino, sino que tenían también la tarea de presentarla, comentar y explicar su contenido a la comunidad aportando datos accesorios que seguramente despertarían interés y empatía en sus destinatarios.

Las mujeres en la Iglesia Antigua también enfrentaron las persecuciones y el martirio, expresando convicción y testimonio de una profunda devoción y coraje que fue vista como resultado de una gran fortaleza espiritual sufriendo flagelaciones, torturas, golpes y mutilaciones, quemaduras y todo tipo de métodos crueles diseñados para hacerlas renunciar a su fe y reconocer a las divinidades del Imperio Romano. Todo esto formaba parte de una metodología que no solo proponía un castigo sino una forma de intimidar al pueblo y humillar a los cristianos a través de las ejecuciones públicas, pero que también fueron oportunidad para que las y los mártires expresaran su testimonio de fe hasta las últimas consecuencias.

Muchas mujeres mártires han sido canonizadas, su testimonio fue guardado y sus nombres e historias son celebrados por las Iglesias cristianas aún hoy, porque impactaron profundamente en la fe de las comunidades y de sus pueblos.

La festividad de las Santas Perpetua y Felicitas es celebrada cada 7 de marzo, fecha en la que fueron ejecutadas juntas, en el año 203 E.C. un día antes del Día Internacional de la Mujer, instituido por Naciones Unidas en 1977 el 8 de marzo, con el fin es reivindicar el trabajo por los derechos de las mujeres y su participación en todos los ámbitos con el objetivo de su emancipación, la referencia de estas luchas data del 25 de marzo de 1911, cuando se produjo la muerte de 123 trabajadoras y 23 trabajadores que protestaban por sus derechos, en el incendio intensional de la fábrica CottonTriangle Shirtwaist en Nueva York. Este acontecimiento macabro impulsó un cambio radical en materia de legislación laboral en su país y fue un impulso clave en la lucha por mejores condiciones de trabajo y puso en evidencia la potencia de los reclamos feministas, desde las luchas por el voto de las mujeres hasta la libertad para disponer de su cuerpo.

La Santa Ruaj sigue soplando en las convicciones de las mujeres, a través de las experiencias de martirio y sus historias de amor y devoción.

Perpetua era una mujer joven noble de Cartago, de familia acomodada y alta posición social. Fue arrestada durante la persecución del Emperador Séptimo Severo.

Perpetua se mantuvo firme en la fe a pesar de todas las presiones a pesar de la prisión y las torturas y que, debió dejar a su hijo pequeño al cuidado del padre. La descripción de su martirio, el “Passio Perpetuae et Felicitatis” fue escrito en parte por ella e incluye una visión profética en la que Dios, la traviste como un gladiador romano.

Felicitas fue una mujer del siglo III, madre de varios hijos y de una vida consagrada, de firmeza en la fe, reconocida por su comunidad en Cártago. Fue arrestada y ejecutada junto con Perpetua.

El testimonio de Perpetua y Felicitas es de inspiración para la devoción de la población queer, por su entrega amorosa de mutualidad ante el martirio. No podemos visualizar las relaciones amorosas entre mujeres en el siglo III con las mismas lógicas de la actualidad, pero sí nos es permitido afirmar desde las costumbres y normas sociales, así como los registros de la época, la idea de una relación afectiva y sexual entre ellas. El historiador estadounidense John Boswell las menciona en su libro "Las Bodas de la Semejanza" (Ed.. Muchnik, 1996) junto a otras parejas como un ejemplo de uniones amorosas entre personas del miemo sexo en la iglesia primitiva.


 

 

 

Mujeres en la Iglesia Antigua 3 - "La Santa Espíritu Sopla en la Desobediencia"

* Sobre textos del Prof. Dr. Hugo Córdova Quero y la Prof. Diana Rocco Tedesco

La Santa Espíritu sopla en la desobediencia

 

Santa Tecla salvada de las llamas por dos ángeles en la Predela del retablo mayor de la Catedral de Tarragona. Bajorrelieve en alabastro policromado obra de Pere Johan, 1426-1434


En la iglesia temprana, el ministerio misionero y la predicación itinerante fueron fundamentales para la difusión del mensaje de Jesús. Este ministerio misionero desafiaba numerosos peligros e incomodidades, pero presentaba también la posibilidad de hacer llegar recursos espirituales y doctrinales a las distintas comunidades, generaba desarrollos teológicos, ya que llevar los dichos de Jesús ante diferentes audiencias, contextos y circunstancias tenía como consecuencia prácticas e interpretaciones diversas, perfiles interesantes que permitían a las comunidades fortalecer su sentido de pertenencia e identidad y crear redes de comunicación y apoyo ante el peligro de las persecuciones.

Este ministerio requería de una voluntad de desprendimiento y desarraigo para quienes lo asumieran. Su aparición en cada comunidad era perturbadora para las autoridades romanas y los sacerdotes del judaísmo que ponía en peligro sus vidas.

La Didaché, menciona la predicación itinerante como una práctica frecuente en la cual la hospitalidad hacia ellos era una virtud de la comunidad, reconoce su enseñanza dentro del marco de la transmisión oral de los dichos de Jesús, de cuyo conocimiento dependía en gran parte su legitimación, así como de su experiencia de conversión y compromiso con la misión. Muchos/as predicadores itinerantes habían sido discípulos de Jesús y otros/as se unieron al movimiento luego, su capacidad de liderazgo era otro modo de brindar legitimidad a su ministerio: el crecimiento del cristianismo estaba relacionado directamente con la capacidad de ofrecer respuestas y solución a cuestiones espirituales, existenciales y también prácticas que se planteaban en la comunidad.

Las predicadoras itinerantes contribuyeron a la difusión del mensaje cristiano y fueron reconocidas por su compromiso espiritual y su habilidad para la enseñanza y guía, estas mujeres viajaban difundiendo el mensaje cristiano de comunidad en comunidad, enfrentando las dificultades, aunque no todas viajaban solas ni todas eran soleteras.

Tecla de Iconio (Hechos 13:51) es conocida por el antiguo documento del siglo II, que no entró en los cánones, “Los Hechos de Pablo y Tecla” y narra su conversión al cristianismo luego de haber escuchado la predicación de Pablo. Ante la oposición familiar, se autobautizó, corto su cabello, se vistió de hombre, abrazó la castidad y lo siguió hasta Mira, luego de rechazar a un prominente pretendiente, que la reclamaba con insistencia. Comenzó así su ministerio itinerante, designada por el mismo Pablo, lo que nos deja claro que no existía dependencia alguna de rol o sujeción al género masculino.

La opción por la castidad en estos casos se trataba de una forma de reclamo de autonomía sobre su vida y sus cuerpos, una desobediencia al mandato de contraer matrimonio y ser madre, de facilitar a la familia de origen alianzas y prestigio. Se consideraba a las mujeres más débiles frente a sus necesidades, por lo tanto, debían quedar sujeta a la tutela masculina. Los Padres consideraron más tarde que, en la medida que la mujer dominara sus impulsos se asemejaba más a un varón, y asumía su condición Virtuosa (Vir, del latín = varón) es decir, adquiría la templanza y fuerza semejante a la de un varón.

La historia de Tecla revela aspectos del cristianismo primitivo que disienten de manera radical, con el oficial pos-constantinopolitano* haciéndonos conocer la itinerancia femenina y el respaldo apostólico, la diversidad y autonomía de las mujeres y su rol significativo en la difusión de la fe.

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* Concilio de Nicea 325 E.C. Fue el concilio ecuménico en el que Constantino busca estandarizar el cristianismo, el objetivo principal de este primer concilio parece ser establecer la condición divina de Cristo, disipando los rastros de la enseñanza de Arrio y sus seguidores.

 

 

Mujeres en la Iglesia Antigua 2 - "La Santa Espíritu Sopla Entre las que Incomodan"

 * Sobre textos del Prof. Dr. Hugo Córdova Quero y la Prof. Diana Rocco Tedesco

Priscila y Maximila – Mujeres que incomodan

Priscila y Maximila fueron profetizas y líderes del movimiento Montanista (Ver Entrada anterior) en el siglo II. Se les atribuyeron visiones y revelaciones divinas, sin embargo, sus enseñanzas y su papel fueron fuertemente rechazados por la iglesia ortodoxa, al punto de considerarlas herejes.

La influencia de estas dos mujeres parece haber sido notable en la estructura de la Iglesia primitiva, aun cuando lo que podemos saber de ellas nos llega a través de las expresiones de sus detractores y condenadores. El Montanismo era un movimiento que mostraba un abundante liderazgo de mujeres y en su carácter carismático y horizontal, desafiaba la rigidez de las estructuras de poder e incomodaba a la enseñanza de la iglesia desafiando la autoridad masculina.

En las palabras de Eusebio, obispo de Césarea se evidencian numerosos detalles que revelan hasta qué punto estas cuestiones eran consideradas de peligro para sostener el control de la fe y también la minimización de Priscila y Maximila como “inducidas”, o “imbuidas por un espíritu falso”, por obra de Montano.

"Un convertido reciente, llamado Montano, debido a su inagotable deseo de liderazgo, le dio oportunidad al adversario en su contra. Y se puso de su lado, y estando repentinamente en una especie de frenesí y éxtasis, deliró y comenzó a musitar y decir cosas extrañas, profetizando de manera contraria a la costumbre constante de la iglesia transmitida desde el comienzo por la tradición. Algunos de los que escucharon sus declaraciones espúreas al tiempo que estaban indignados, y lo reprendían como a alguien que estaba poseído, y que estaba bajo el control de un demonio, y que era guiado por un espíritu engañoso, y estaba desviando a la multitud, y le prohibieron hablar, recordando la distinción hecha por el Señor y su advertencia de guardarse vigilantes contra la venida de falsos profetas. Pero otros imaginándose poseídos del Espíritu Santo y de un don profético, se exaltaron y se engrieron no poco; y olvidando la distinción del Señor, desafiaron al espíritu loco, insidioso y seductor, y fueron engañados y seducidos por él. Como consecuencia de esto, el ya no pudo ser mantenido bajo control, como para mantenerlo en silencio... Y él además entusiasmó a dos mujeres y las llenó con el espíritu falso, de modo que ellas hablaron salvaje, irracional y extrañamente, como Montano mismo."

Los escritos y enseñanzas de Priscila y Maximila, como líderes del montanismo, fueron en gran parte perdidos o destruidos por la iglesia ortodoxa, que los consideraba heréticos. La iglesia ortodoxa intentó eliminar cualquier rastro de las enseñanzas montanistas, considerándolas una amenaza para su autoridad y doctrina. Sin embargo, algunos fragmentos de sus escritos y enseñanzas han sobrevivido a través de las críticas y refutaciones de los escritores eclesiásticos ortodoxos, como Epifanio de Salamina y Eusebio de Cesárea. Estos escritores citaron y criticaron las enseñanzas de Priscila y Maximila para refutarlas y demostrar su supuesta herejía.

Además, algunos historiadores y estudiosos modernos han intentado reconstruir las enseñanzas y escritos de Priscila y Maximila a partir de estas fuentes indirectas, aunque con limitaciones.

Hipólito, Escritor eclesiástico del siglo III dice en su “Refutatio” 8:18-19 «Otros, sectarios por naturaleza y frigios de nacionalidad se han dejado sorprender y engañar por unas mujercitas llamadas Priscila y Maximila a las que consideran profetisas. Dicen que el Espíritu Paráclito ha venido a habitar en ellas. Antes de estas mujeres, hubo también un cierto Montano al que glorifican asimismo como profeta. Los frigios se han extraviado a causa de los innumerables libros de estos profetas. Sin someter sus habladurías al criterio de la razón, sin escuchar a los que son capaces de juzgar en esta materia, otorgan a esta gente una fe ciega, proclamando que han aprendido más de ellos que de la Ley, los profetas y los evangelios. Colocan a estas mujercitas por encima de los apóstoles y de cualquier don espiritual; algunos de entre ellos incluso osan decir que ha habido en estas mujeres algo más grande que Cristo. Los frigios están de acuerdo con la Iglesia en el reconocimiento de Dios como Padre del universo y creador de todas las cosas, y en el hecho de admitir todos los testimonios del evangelio sobre Cristo. Sus innovaciones se refieren a los ayunos, a las fiestas, al uso de alimentos secos y de raíces; preceptos nuevos que, según dicen los frigios, han sido dados por estas mujeres».

Epifanio también afirmaba que Priscila y Maximila habían sido influenciadas por el gnosticismo y el paganismo, y que su movimiento era una amenaza para la unidad y la ortodoxia de la iglesia.

Como sea, el movimiento de tipo carismático y el modelo horizontal de comunidad, liderada por mujeres parecían generar una gran incomodidad al cristianismo ávido de una enseñanza única y de una estructura jerarquizada que garantice el control masculino, deseoso de vincularse con el Imperio.

 

 

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