Hoy, 19 de marzo, es la festividad de San José.
En Mateo 1:16-24, María espera un hijo, pero no lo ha concebido con su prometido. En medio de la incertidumbre, José, que es un hombre justo, busca desentenderse del compromiso de la mejor manera, pero tiene un sueño y en él un ángel le explica todas las circunstancias: será el padre adoptivo del mismísimo Dios, hijo de María y de la Santa Espíritu.
José tendrá un hijo sin haber tenido la oportunidad de engendrarlo, un hijo que no vendrá como él esperaba, ni obrará según lo previsto. De una naturaleza extraña, sobrenatural…
En Lucas 2:41-51 Los padres llevan a Jesús de 12 años de edad a Jerusalén. Al regresar a Nazaret advierten que no está con ellos, la angustia los guía durante los próximos tres días hasta que lo encuentran en el templo, entre los doctores de la ley, escuchando atentamente y preguntando con inteligencia.
El futuro de la humanidad, nuestro futuro, se va transformando en hoy y es tan imprevisible, tan distinto a lo esperado, que nos angustia. Nuestros hijes y sus hijes, las siguientes generaciones, no son tal como nosotres pensábamos, nada es como lo habíamos planificado…
No es nuestro sueño, sino el sueño de la Divinidad. Somos padres/madres putativas de este nuevo mundo tan conflictivo y caótico, tan difícil de entender, del que sólo podemos captar fragmentos aislados. Nos queda aceptar este vínculo con el presente, obrando sin desentendernos, confiades en los planes que Dios…
Oremos:
Divinidad amorosa, gracias por tus promesas, en las que se sostiene nuestra fe. Te pedimos por este mundo al que no le faltan sufrimientos. Danos fortaleza y generosidad para aportar aquello que podamos legar. Danos la lucidez necesaria para escuchar atentamente la voz de tus profetas y profetisas, tus sabios y sabias. No permitas que nadie robe la libertad de las generaciones venideras, para explorar y descubrir tu verdad y experimentar la vida abundante que nos has propuesto. Calma nuestra ansiedad y nuestra incertidumbre ante lo desconocido, con la suave brisa de tu aliento.
En el nombre de Jesús,
Amén,
Pastor Norberto D'Amico